Habitualmente en un buen día, mientras practico mi rutina de ciclismo; las voces azotantes en mi cabeza se calman un poco.
Se calman paulatinamente; hasta que sólo quedamos yo, mi aliento glacial, y ese rechinante ruido, de una vieja cadena de bicicleta sin aceitar, movida por mis pies que pedalean. Que pedalean sobre el nivel del mar.
Ese si que es un día en verdad relajante.
Y sin embargo, hoy no es uno de esos días.
En lugar de eso me encuentro a mitad de un frío desierto, en medio de la nada. En una madriguera de apestosas ratas.
No puedo evitar el deseo de aplastarlas. Y ya no soporto estos grilletes.
Estoy en el Campamento Central de la Armada Revolucionaria. Sigo en esta podrida celda de mala muerte, hablando en completa cortesía, con el enemigo público número uno del Gobierno Mundial. El hombre que hace un par de meses se supone era mi peor enemigo.
-Debo admitir que todavía me cuesta trabajo pensar que mantengo una conversación cara a cara con el Supremo Líder de la Armada Revolucionaria.
-Me halaga, Almirante.
-Es decir, no todos los días se tiene el privilegio de conocer personalmente al Supremo General de la Armada Revolucionaria. Debo ser la envidia de todo el cuartel.
-Pues siendo así, haz ganado la lotería, ¡Sacaste el boleto dorado! -proclama, echándose a reír- ¡La fábrica de chocolate te da la bienvenida!.
-Agradezco inmensamente, me hayas recibido en tus aposentos. Y por cierto, deja las formalidades; solo dime Aokiji. Después de todo, no soy más un Almirante.
-Bienvenido Aokiji -pasa a descansar su mano sobre mi hombro, al mismo tiempo que clava directo en mis ojos, esa poderosa mirada, propia de un líder en exceso carismático-. Tú y yo tenemos mucho de que hablar.
Se me revuelve el estómago. Es impresionante que su Haki provoque tal efecto en alguien como yo.
-Tengo varias preguntas que hacerte. Pero preferiría hacerlo cómodamente; es decir, sin estos grilletes. Y recostado en un reconfortable y largo sofá. Y si no es mucho pedir, aceptaría una buena taza de café caliente; me gusta muy espumoso pero sin azú...
-Y si no es demasiado apresurado -me interrumpe-. Creo que es el momento perfecto para conocernos mejor.
-Ya lo creo -afirmé con sarcasmo-.
-Te voy a pedir que no te niegues la posibilidad. Quien sabe; puede que en realidad tú y yo no seamos tan diferentes.
-Por supuesto. Incluso hasta podríamos terminar siendo los mejores amigos -nuevamente fui sarcástico-.
-Aokiji; te recuerdo que después de todo, lo que ambos anhelamos con gran ilusión es, a fin de cuentas, "Un mundo libre de injusticias".
Tenía toda la razón. No supe qué responder.
-¡Rápido! Quítenle el kairoseki; Evidentemente señores, él no es nuestro enemigo -uno de los sujetos me retiró de los grilletes-. Sígueme Aokiji, Hablemos en un sitio más cómodo. Responderé a todas tus preguntas con absoluta franqueza.
-Así que, ¿Vas a aclarar todas mis dudas?
-Eso no fue lo que dije. Estoy estoy dispuesto a contestar con sinceridad cada una de las interrogantes que tienes para mí. No obstante, solo tú posees la capacidad de aclarar tus propias dudas.
No estaba seguro de qué rayos hacer.
Mis pies, en cambio; como si atraídos fuesen por una fuerza descomunal, se dirigían ya, a paso firme detrás de él.
Literalmente, seguía cada paso que daba. ¿Cual depredador sigue a su presa? O más bien cual oveja, sigue a su pastor.
Estoy más perdido que nunca. Soy un gato extraviado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario