Esas fueron las últimas palabras del Capitán Vanderdecken mejor conocido como el "Holandés Errante" o el "Holandés Volador" antes de zarpar al último de sus viajes. Y ese fue el último de los días que su barco tocó puerto.
Hace mucho tiempo hubo un duro y temerario pirata holandés que no creía en Dios ni en los santos ni en nada, era conocido como el Capitán Vanderdecken.
Un día el arrogante capitán zarpó hacia el Sur y todo fue bien hasta que llegaron a la latitud del cabo de Buena Esperanza. Allí se levantó una terrible tormenta y la nave corrió un gran peligro.
Un día el arrogante capitán zarpó hacia el Sur y todo fue bien hasta que llegaron a la latitud del cabo de Buena Esperanza. Allí se levantó una terrible tormenta y la nave corrió un gran peligro.
Los pasajeros, aterrorizados, rogaron a Vanderdecken que se acercara a la costa o que por lo menos, arriara velas a intentara capear el temporal, pero el enloquecido capitán se rió de las súplicas y temores de los tripulantes, y atándose al timón, comenzó a cantar terribles canciones sacrílegas, burlándose y riéndose de la tempestad y blasfemando contra la Providencia; tratando de provocar a toda costa la ira de Dios, dispuesto a desafiar su propia suerte.
La tripulación horrorizada por la conducta de su capitán, intentó hacerse con el control de la nave, pero el intento de motín fue sofocado cuando Vanderdecken arrojó a su líder por la borda. No quedaba mas que encomendarse a Dios.
En respuesta a las plegarias, las nubes se abrieron y una luz incandescente iluminó el castillo de proa; Entonces Dios descendió del cielo en forma de una luz celestial para recriminar a Vanderdecken su osadía, a lo que el capitán respondió con seis disparos, provocando así la cólera del creador.
La luz gloriosa iluminó todo el barco de Vanderdecken y el Todopoderoso proclamó:
"Ya que disfrutas con el sufrimiento de los ajenos, serás visto como un diablo del mar. Yo te maldigo, Vanderdecken, a navegar sin cesar por toda la eternidad, siempre en medio de una tempestad, andarás sin descanso por todas las latitudes y hasta el día de tu juicio.
Tu único alimento será el hierro al rojo vivo, tu única bebida la hiel, y tu única compañía el grumete, a quien le crecerán cuernos en la cabeza, y tendrá las fauces de un tigre y la piel de una lija. Nunca hallarás reposo ni buen tiempo y el sólo avistamiento de tu barco, que seguirá rondando hasta el fin de los tiempos, traerá consigo al ángel de la muerte".
Con estas palabras la visión se desvaneció y la tormenta cesó, y con ello, Vanderdecken y su tripulación, además del grumete; igualmente desaparecieron.
Desde entonces Vanderdecken, su tripulación están malditos y condenados a vagar en las tempestades a lo largo de la eternidad y sin llegar a puerto jamás.
Escrita por el francés Auguste Jal en su libro, Scénes de la vie maritime (Escenas de la vida marítima), es ésta la versión más conocida de la historia.
Aunque realmente parece muy injusto para el pobre grumete quien, hasta aquí, no había tenido ningún papel independiente en la historia y además, sentía tanto temor ante Vanderdecken como el resto de la tripulación.
La historia del Holandés Errante es una de las más famosas y quizá de las más antiguas leyendas del mar, ya que circula desde hace, por lo menos, 500 años. Pero posiblemente su origen se remonte a tiempos muy anteriores al nacimiento de Cristo.
El término "Holandés Errante" no se refiere al nombre del barco (como muestran en la película de Piratas del Caribe), se refiere al capitán, (quien era de nacionalidad holandesa). Muchas autoridades sostienen que la historia del Holandés Errante se originó a partir de un hecho real, aunque sobre este punto no hay acuerdo. El problema se complica aún más porque existen muchas versiones de la historia, en las que el capitán puede llamarse Vanderdecken, Van Demien, Van Sraaten o Van lo que sea.
La historia del Holandés Errante es una de las más famosas y quizá de las más antiguas leyendas del mar, ya que circula desde hace, por lo menos, 500 años. Pero posiblemente su origen se remonte a tiempos muy anteriores al nacimiento de Cristo.
El término "Holandés Errante" no se refiere al nombre del barco (como muestran en la película de Piratas del Caribe), se refiere al capitán, (quien era de nacionalidad holandesa). Muchas autoridades sostienen que la historia del Holandés Errante se originó a partir de un hecho real, aunque sobre este punto no hay acuerdo. El problema se complica aún más porque existen muchas versiones de la historia, en las que el capitán puede llamarse Vanderdecken, Van Demien, Van Sraaten o Van lo que sea.
Puede ser que la historia se base en hechos, pero no hay acuerdo acerca de cuáles pudieron ser esos hechos. Otra versión afirma que la historia deriva de la saga escandinava de Stote, un vikingo que robó un anillo a los dioses y cuyo esqueleto, cubierto con un manto de fuego, fue hallado después sentado en el palo mayor de una nave negra y fantasmal.
Otros creen que la historia es más reciente y sugieren que se originó en las aventuras de Bartolomeu Dias (c. 1450-1500), navegante portugués que descubrió el cabo de Buena Esperanza en 1488 y cuyas proezas marítimas llegaron a parecer sobrehumanas, según la biografía que escribió sobre él Luis de Camoes.
Otra teoría es que la historia se basa en la leyenda de un alemán llamado Von Felkenberg, que se jugó el alma en una partida de dados con el Diablo, y perdió.
Una leyenda holandesa similar habla del capitán Van Straaten, mientras en Alemania se cuenta la historia de Bernard Fokke. Fokke, capitán del Libera Nos, era famoso por la rapidez con que realizaba sus travesías. Quienes envidiaban su habilidad de navegante afirmaban que había establecido un pacto con el Diablo, algo que la extrema fealdad de Fokke y su mal carácter ayudaban a creer. Un día se embarcó en un viaje del que no retornó y se rumoreó que, finalmente, se dice que el Diablo había cobrado su recompensa.
La historia del Holandés Errante también fue la inspiración de nuestro maestro Oda a la hora de crear al personaje de la isla Gyogin, solo que para el nombre suplantó la "c" de "decken" por una "k" quedando éste como "Vanderdekken". No obstante, esta popular leyenda de altamar ha inspirado otras obras de ficción.
El poeta Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882), escribió sobre este aspecto en The phantom ship (El buque fantasma), que figura en su libro Birds of passage (Aves de paso). Edward Fitzball escribió un melodrama llamado El Holandés Errante. El poeta lírico alemán Heinrich Heine (1797-1856), inspirándose en el melodrama de Fitzball y en un cuento anónimo titulado Vanderdecken's message home (El mensaje de Vanderdecken) -que apareció en Blackwood's Edinburgh Magazine-, escribió sobre el buque fantasma en sus Memoiren des Herrn von Schnabelwopski (Memorias del señor Schnabelwopski).
Esto, a su vez, fue indudablemente lo que inspiró la ópera de Wagner, (El buque fantasma), en la que Vanderdecken puede bajar a tierra una vez cada siete años, para encontrar a una mujer cuyo amor pueda redimirlo. Otros escritores que tocaron el tema fueron Frederick Marryat, (El buque fantasma, 1839) y Walter Scott (Rokeby, 1813).
Sin embargo, el Holandés Errante es más que mera leyenda o ficción. A lo largo de los siglos mucha gente afirmó haber visto el espectro de la nave. El informe más antiguo apareció en la Magnalia Christi Americana (1702), historia eclesiástica del autor prolífico y célebre pastor puritano Cotton Mather. Pero muchas de sus observaciones son difíciles -si no imposibles- de creer y, por tanto han sido descartadas como espejismos, alucinaciones o visiones debidas a un exceso de alcohol.
Existe un informe excepcional en 1881. La observación del barco del Holandés Errante que fue comunicada por el príncipe Jorge de Inglaterra -quien después reinó como Jorge V- y por su hermano, el príncipe AIberto Víctor, duque de Clarence... el mismo duque de Clarence que hoy figura entre los sospechosos de haber sido el infame Jack el Destripador.
El barco maldito aparece también en un relato del viaje de los príncipes en ese buque, compilado a partir de sus diarios personales, cartas y libros de notas. En el momento de la observación los príncipes estaban a bordo de otro barco de la flota, el Inconstant, ya que habían sido trasladados allí cuando el Baccante tuvo problemas en el timón.
Uno de los diarios relata:
11 de junio de 1881.
A las 4 de la madrugada el "Holandés Errante" cruzó nuestro rumbo. Era una extraña luz roja, como la de un buque fantasma, incandescente, y en el centro de esa luz, los mástiles, palos y velas de un bergantín, a 200mts. de distancia, se destacaron con fuerte relieve cuando se acercó a nuestra amura de babor.
El vigía del castillo de proa informó que estaba cerca de la amura, donde también lo vio claramente el oficial de guardia desde el puente, como también el guardiamarina del alcázar, que fue enviado inmediatamente al castillo de proa, pero al llegar allí no logró ver vestigios ni señales de ningún barco material, ni cerca ni en el horizonte, pese a que la noche era clara y el mar estaba en calma.
En total fue visto por trece personas, pero si se trataba del Van Demien del "Holandés Errante", o qué, "no lo sabremos".
El Tourmaline y el Cleopatra, que navegaba a estribor, hicieron señales para preguntar si habíamos visto el extraño fenómeno.
A las 10:45 el marinero que esta mañana había avistado al "Holandés Errante" cayó desde las crucetas del mastelerillo de juanete y se hizo trizas. A las 16:15 se efectuaron honras fúnebres y su cadáver fue lanzado al mar. Era un valiente marinero real, y uno de los más prometedores tripulantes del barco, y todos se sienten muy tristes por su pérdida.
En el siguiente puerto nos encontramos con el almirante, que también se mostró muy disgustado. Alrededor de 13 personas en el Inconstant, además de una cantidad no especificada de personas en el Tourmaline y el Cleopatra, vieron el espectro, aunque si era el Holandés Errante o algún otro espectro de los mares "no lo sabremos".
Tal como dijeron los príncipes. Pero, tal como afirma la leyenda, la visión del barco espectral acarreó la muerte de una persona.
También está la versión de un Nazi; Karl Dónitz, comandante en jefe de la flota alemana, y efímero sucesor de Adolf Hitler. Asegura haber visto la nave maldita, y que después afirmó que sus hombres preferían enfrentarse con toda la flota aliada antes que vivir nuevamente el horror de ver el barco del Holandés Errante.
Un fragmento del poema The Flying Dutchman (El Holandés Volador) de Charles Godfrey Leland dice así:
Nos topamos con el Holandés Errante;
Llegó al anochecer,
Y su casco ardía con las llamas del infierno,
Y sus velas eran todas en llamas;
Fuego en el palo mayor,
Fuego en la proa,
Fuego en las cubiertas de los cañones,
Fuego en su interior.
Veinticuatro hombres muertos,
Era su entera tripulación,
Y el diablo en el bauprés,
Colgado cual mascarón;
Lo pasamos de costado,
En la sima de una ola;
Allá se perdió el barco
Como un ardiente candil.
En definitiva, esta famosa leyenda ha sido elaborada por muchos escritores, pero constituye algo más que una ficción, una siniestra historia del mar para asustar a crédulos marineros de agua dulce en tabernas portuarias.
El barco espectral del Holandés Errante ha sido avistado también en numerosas ocasiones. Sin embargo, de manera magistral su historia ha viajado de voz en voz, a través de los mares.
Una leyenda muy vieja entre marineros, pero que se sigue repitiendo incontables veces y a través de incontables generaciones. Personalmente diría, este relato se ha ganado por propio mérito, un lugar en la morada de nuestro corazón, justo en el estante de lo legendario.
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